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DESDE UNA MIRADA TEOLÓGICA

La Biblia se plantean dos relatos sobre la creación; uno, que tiene que ver con la palabra, que es una exteriorización de alguien que la piensa, no es una creación fortuita, sino que alguien la externó. La creación de la palabra es un proyecto que se ha pensado y que se realiza. De tal forma que la creación no es casual sino causal. El otro relato tiene que ver con la acción de Aquél que construye la creación, que es manifiesta, no es de nadie, pero si hay alguien arriba, ya que los humanos no somos anárquicos, por lo que debemos respetar, de lo contrario se genera el caos.

Existe una interpretación torpe y egoísta acerca de la creación en el Génesis, dónde se menciona que el hombre fue creado en el sexto día a semejanza de la imagen divina de su creador para dominar los elementos de la creación. En ese último punto, al hablar de “dominar”, es que se ha perdido el rumbo pues nada nos pertenece.

El libro del Génesis llama a “cultivar y mantener la tierra” (Gn 2,15) porque a la mirada de Dios su creación era “muy buena” (Gn, 1, 31). Con esta creación el hombre es enviado a la protección de lo creado que no del abuso producto del “dominio”, así,  es claro que el hombre para entender mejor este dominio debe generar una real relación con Dios, con el prójimo y con la tierra.

Laudato Sí evidencia que el rompimiento con estas tres relaciones vitales han resultado en una explotación de quien no se sabe cuidador, vigilante y custodio. (67).

En un segundo relato del Génesis, la creación del hombre ya no es gradual, es un relato concéntrico donde el hombre es el centro de una espiral. Se menciona que el hombre puede disponer de todo, pero se le imponen límites. En el Edén es dominador de todo pero existe algo prohibido: un árbol. Lo que significa que el hombre con toda su grandeza tiene límites.

En ese sentido la crítica actual es que el hombre no quiere ser eso (estar limitado), quiere controlar todo, quiere ser creador de su propio proyecto y no acatar el de Dios, lo que constituye una visión antropológica de la creación, al hombre al sentirse dueño  constituye con ello, una visión errática de la creación.

Un antropocentrismo mal entendido da como resultado a este hombre que se cree dueño de una casa, pero es una casa que comparte con otros y que al cohabitarla le implica ser responsable de su cuidado, incluso para su propio bien. “Cuando el ser humano se coloca a sí mismo en el centro, termina dando prioridad absoluta a sus conveniencias circunstanciales, y todo lo demás se vuelve relativo.” (LS, 122).

Laudato Si en relación al relato del cuerpo místico de Cristo, señala a un Cristo cósmico como una creación planificada, el cosmos está transformado por Cristo, es decir, una persona del misterio íntimo de Dios está totalmente ligado a la Creación (99).

Por tanto, se puede hablar de un principio cristológico que asume el espíritu y la materia, no solo salva al alma, sino que también salva a la persona. De ese modo, todo lo que es asumido es redimido, está presente entonces, una Teología de la creación.

El documento de Aparecida habla de una mirada contemplativa y respetuosa que debe llevar al ser humano a valorar las otras criaturas y a “hacer uso de ellas con cuidado y delicadeza” (225).

La Carta Pastoral Discípulos y Misioneros de la Casa Común (CELAM) nos recuerda que la fe nos ofrece una luz que nos permite ver con mayor claridad que la creación es nuestra “casa común”, don de Dios Creador para todos los hombres y mujeres (o todos los seres humanos). Y de aquí se sigue una mayor responsabilidad y un mayor compromiso por parte de los creyentes en el cuidado de nuestra “casa común” (64).

Esta bondad y belleza de la creación es una constante invitación a la alabanza del Creador por el mundo maravilloso que nos ha regalado (cf. Sal 136). Y también, el hombre como creatura siente la necesidad de invitar a todos los seres creados para que se le unan a este coro de alabanza al Dios Creador (cf. Sal 148).

Alabar juntos es la premisa, ninguna especie animal, vegetal, ningún ecosistema o hábitat debe desaparecer por acción del hombre, porque todo le pertenece a Dios creador y todos juntos vamos a alabarle.

LA IGLESIA SE COMPROMETE POR EL CUIDADO DE LA CREACIÓN

No es novedad que la iglesia voltee su mirada para cuidar de la casa común, hemos registrado experiencias que tienen más de sesenta años haciéndolo. Sin embargo, es cierto que Laudato Si´ y Laudato Deum, entre otros documentos, han dado un impulso cada vez más sólido.

Hay grupos organizados de norte a sur cuidando los bosques, los ríos, creando espacios de formación, orando, haciendo campañas, promoviendo ecotecnologías, animando la práctica de la agroecología, defendiendo el territorio contra minería, extracción de petróleo, desarrollos inmobiliarios, acompañando a otros, etc.

 

La iglesia no pretende sumarse a una moda “verde” que ha sido manipulada para aparentar cambios superficiales a problemas que son mucho más estructurales. La acción de la iglesia reconoce la integralidad de una policromía que integra principios éticos y la profundidad espiritual que nos pone en diálogo con Dios Creador. La iglesia descubre la mirada que descubre que el clamor de la Tierra se une al clamor de los empobrecidos, vulnerables, marginados y discriminados.

 

El término ecología y economía son palabras compuesta del griego “oikos” que significa “casa”, “hogar”. En ambos casos hablamos de un modo de administración o cuidado de esta casa. Mientras que en la ecología nos remite a la administración del hogar de los seres vivos, economía nos remite a las normas y reglas de cómo se administra esta casa. Es sin duda un binomio que nos anima a abrir nuestros horizontes para no ceñir a la ecología en la separación de la basura.

 

Administrar la casa común, el espacio que se nos ha concedido para vivir, es generar normas y principios éticos para que nuestro pasaje temporal en este hogar sea provechoso para nosotros y para las generaciones futuras.

 

 

QUÉ HACE QUE LA ECOLOGÍA SEA INTEGRAL

Desde la perspectiva de Laudato Sí, la ecología es integral cuando asume cinco dimensiones: ecología ambiental, económica, social, cultural y de la vida cotidiana. Más allá de la abstracción de los términos explicativos, la ecología integral es una experiencia humana, una vivencia de la misericordia, que requiere apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas y de la biología pero que también nos conectan con la esencia de la humanidad.

 

Se hace ecología integral cuando la ecología es:

  1. Ambiental

    • Si observamos, cuidamos, recuperamos y restauramos los ecosistemas.

  2. Económica

    • Si consideramos los sistemas de producción, distribución y consumo orientados al cuidado de la naturaleza y de las personas.

  3. Social

    • Si fortalecemos las relaciones comunitarias que se dan en relación a los medios de trabajo, medioambientales, culturales, etc.

  4. Cultural

    • Si buscamos la recuperación y construcción  de saberes comunitarios, de cuidado de la creación y del tejido social.

  5. Humana

    • Si buscamos el cuidado de las relaciones humanas, la dignidad de las personas y la promoción de estilos de vida que sanen al ser humano con estilos de vida sencillos y de colaboración con lo creado.

 

Considerando las dimensiones anteriores, algunas líneas de acción de la ecología integral son:

  1. Observar, sistematizar e incidir en los conflictos socioambientales para acompañar a las comunidades afectadas y propiciar procesos de paz y de justica del territorio, cuidado de los ecosistemas, dinámicas comunitarias y productivas.

  2. Promover la formación espiritual y una conversión ecológica de todos los cristianos.

  3. Promover escuelas campesinas de ecología integral en sectores rurales para el intercambio de saberes y la promoción de buenas prácticas de agricultura, especialmente en la agroecología.

  4. Animar la recuperación de espacios públicos, ríos, bosques, parques, tiraderos, etc., para la formación de una ciudadanía ecológica y la integración de comunidades de aprendizaje y cuidado de su casa común.

  5. Promover espacios eclesiales como templos, oficinas, casa de religiosos, casas de retiros, entre otros, para que se asuma una cultura de cuidado y cosecha del agua, papel, separación de residuos, energía, compras solidarias, huertos de traspatio, enverdecimiento, ecología humana entre otros, como estilos de vida de quienes habitan esos espacios por trabajo o por visita.

  6. Promover una agricultura agroecológica así como el rescate y conservación de semillas nativas, locales y regionales que incida en la alimentación de las comunidades.

  7. Promover centros agroecológicos de formación y promoción de proyectos productivos así como de ecotecnias.

  8. Animar en las comunidades la identificación de su territorio para la creación de propuestas de planeación participativa para el manejo de las cuencas bajo los enfoques hidroagroecológico y de comercio justo.

  9. Enaltecer las prácticas de los pueblos originarios por el cuidado de la madre tierra.

  10. Promover estilos de vida y de consumo que sean acordes a los ciclos de la naturaleza y no para la explotación.

  11. Incidir en políticas públicas para promover leyes justas con las comunidades, que prioricen el desarrollo en lógica del Buen Vivir y no la generación de más dinero en pocas manos.

  12. Promover proyectos productivos comunitarios que cierren el ciclo productivo desde la materia prima, pasando por la producción (transformación), distribución y consumo; promoviendo las dimensiones de la ecología integral.

  13. Generación de subsidios para la catequesis en diferentes edades, para que los cristianos asuman el compromiso con la tierra y para que todas las pastorales de la iglesia tomen transversalmente el cuidado de la creación como un área de su pastoral.

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